jueves, 28 de junio de 2012

Testimonio: el Nacimiento de Cirilo (por Luisi)


El nacimiento de Cirilo - 16/05/12


luisinarossini@yahoo.com.ar


            El 28 de marzo de 2009, gracias al testimonio de Ro y a las enseñanzas y la presencia de la doctora Cristina, nació Simona en casa, en un parto respetado, en el agua; rodeada de paz y amor. (El testimonio está publicado en  http://www.mamasenred.blogspot.com.ar y en
En agosto de 2011 Juan y yo tuvimos la enorme alegría de confirmar un test de embarazo positivo, después de una intensa búsqueda. Desde ese preciso instante no tuvimos dudas acerca del recibimiento que le daríamos a este nuevo ser. La experiencia del nacimiento de Simona fue gloriosa para nosotros como padres pero, por sobre todas las cosas, fue respetuosa, sin violencias, llena de paz y amor para ella.
            El embarazo de Cirilo transcurrió sin sobresaltos y, si bien en el último tiempo, afloraron en mi ser mujer algunos miedos lógicos relacionados con la enorme responsabilidad de traer un ser a este mundo, la seguridad de que estábamos haciendo lo mejor para nuestro segundo hijo al planificar un parto respetado en casa, nos acompañó a Juan y a mí desde el inicio. La única cuestión que se nos planteaba como “preocupante” era decidir, prever, anticipar, planear, qué haríamos con Simona en el momento del nacimiento de su hermano. Los temores pasaban por sus posibles reacciones y cómo estas pudieran interferir en el proceso de lo que implica un parto. Desde el primer momento, voces sabias nos aconsejaron no preocuparnos por eso y dejar fluir al universo, confiando en que los hechos se darían de forma natural y conveniente para todos. Sin embargo, estructurados como somos, a Juan y a mí nos invadió la preocupación hasta el último momento. ¿Qué haríamos si Simona tenía un berrinche en pleno parto? ¿La mandábamos a dormir a otro lado apenas se desencadenaba todo? Esa opción no me convencía para nada. Internamente, los dos deseábamos que ella estuviera presente en el nacimiento pero a su vez necesitábamos algún tipo de tranquilidad respecto a sus posibles reacciones. Obviamente esto era imposible. De todos modos, mi mamá y mi hermana estaban atentas y disponibles para acudir en cualquier momento para llevarse a Simo si hacía falta. Finalmente, no nos quedó otra opción más que rezar para que las cosas se dieran de la mejor manera posible y que fuera el universo quien tomara la decisión por nosotros. Y así fue.
            La noche del martes 15 de mayo, en la semana 40 de gestación cumplida, nos fuimos a dormir todos a la cama grande. A la 1.30 de la madrugada, me despertó una contracción un tanto intensa. Me levanté de la cama y desperté a Juan que estaba muy dormido y no entendía qué pasaba. En un tono perentorio y casi descortés, le ordené que buscara el detector de latidos que nos había prestado mi prima Ale y le pedí que escuchara si todo estaba bien. Me recosté en la camita de la habitación de Simona y por turnos escuchamos los fuertes latidos del corazoncito de Cirilo. Tal como me pasó en el primer parto, yo estaba muy relajada y no me di cuenta a priori de que ese era el momento. Juan por el contrario, afirmó después entre risas, que cuando me observó en una actitud un tanto agresiva hacia él, dando órdenes en mal tono, se dio cuenta de que Cirilo estaba por nacer. Y así fue, yo estaba “entrando” poco a poco en el maravilloso trance del parto. Decidimos quedarnos levantados para evaluar el ritmo de las contracciones y armar el escenario por las dudas. Ahora, la cuestión pasaba por dónde ubicar la pileta inflable ya que la idea de nuestra habitación quedaba descartada, Simona estaba durmiendo plácidamente ahí. Optamos por armar todo en la cocina. Fuimos acomodando lo necesario y tapando las ventanas con papeles para lograr la mayor oscuridad posible ya que no sabíamos a qué hora sería el nacimiento. Entre esas tareas estábamos mientras aparecía alguna contracción muy suave. Recién a las 4 de la madrugada comenzaron a ser cada 5 minutos y un poco más intensas. A las 5 hs. mi mamá y mi hermana vinieron a casa para llevarse a nuestro perro caniche ya que es muy nervioso y sus ladridos podrían perturbar el clima de silencio que necesitábamos. Casi sin palabras de por medio, decidimos que Simona se quedara.
Como ya estaba todo dispuesto y la Doctora Cristina y la Doula Aimará estaban avisadas del progreso del trabajo de parto, Juan y yo nos acomodamos en la habitación de Simona, en una casi obscuridad y profundo silencio. Él observaba las contracciones y yo respiraba, caminaba, me sentaba, me arrodillaba, buscando dejarme llevar por mi cuerpo. Debo decir que en esta segunda experiencia las contracciones eran mucho más suaves, no sé si por el hecho de estar ya el útero “entrenado” o por conocer yo lo que estaba viviendo. Lo cierto es que a medida que pasaban, lograba disfrutarlas de un modo muy particular, eran unas sensaciones profundas. Yo estaba feliz de que mi cuerpo fluyera y se abriera para posibilitar la llegada de mi hijo. Por momentos sí temía que, al ser tan suaves las contracciones, el trabajo de parto se extendiera mucho en el tiempo. Hoy, de manera consciente, no puedo recordar si en esos momentos estaba pendiente de lo que pasaba con Simona pero sí sé que en varias oportunidades le pedí a Juan que hiciera el menor ruido posible para no despertarla.
            Él iba manteniendo al tanto de todo a Cristina que vive en Rosario, a 50 km. de nuestra ciudad y así fue que a las 6.45 hs. de la mañana aproximadamente, llegaron a casa. A la doctora no le pareció conveniente ubicar la pileta en la cocina ya que el trajín y los ruidos podrían perturbarme así que, finalmente, terminamos llevándola a la pieza de Simona. Cuando Cristina entró para verme, nos dimos un fuerte abrazo que fue un gesto de celebración por lo que estaba por desencadenarse. Entre contracciones y preocupada por el desorden del lugar, le pedí que tocase mi panza para verificar si la cabecita de Cirilo estaba encajada o no, ya que hasta ese momento no había sentido ningún movimiento que lo indicara. Ella lo hizo muy amablemente y me dijo en una media voz muy tierna que me quedara tranquila, que estaba encajada y que Cirilo ya había encajado hasta un hombrito. Ese dato me dio mucho aliento aunque no estaba segura de pedir un tacto ya que por la suavidad de las contracciones suponía que todavía quedaba un largo rato para tener los 5 cm. mínimos para entrar en el agua tibia y relajante de la pileta. Finalmente me decidí y Cristina me hizo un tacto estando yo de pie y me dio la grata noticia de que ya estaba en 7 cm. de dilatación. Inmediatamente, Juan empezó a llenar la pileta y en ese instante sucedió lo que temíamos. En medio del silencio se escuchó el grito de Simona llamándome: mamáaaaaa!!! Yo no lo recuerdo exactamente, mi mente ya estaba desconectada y mi cerebro primitivo estaba dejándose llevar por la fisiología de un parto sin intervenciones ni interrupciones, a merced de un complejo juego de hormonas. Juan sí que sintió por un momento que todo podía complicarse; sin embargo, entró a la pieza y con mucha dulzura le hizo unas caricias a Simona, la calmó y milagrosamente, para nuestro asombro, ella siguió durmiendo plácidamente. Algo totalmente atípico que sólo podemos explicar pensando en que las cosas se dieron como tenían que darse.
            Después del tacto, empecé a sentir cómo corría entre mis piernas ese líquido tan tibio que es en el que vive todo bebé dentro del útero. Recién ahí las contracciones empezaron a ser un poco más fuertes y yo las pasaba sentada o parada. Apenas la pileta estuvo llena, me sumergí con ansias, sabía por experiencia la sensación de relajamiento y bienestar que produce.
La Doctora y la Doula estaban tomando unos mates en la cocina y Juan preparaba alguna cosa de último momento cuando repentinamente y con felicidad, reconocí que mi cuerpo comenzaba a pujar. Esa sensación indescriptible de fuerza desencadenándose desde mi interior se apoderó de mi cuerpo y de mi espíritu y comenzó a recorrerme y a estrujarme y a estremecerme, generando en mí emociones profundas… Una mezcla de dicha, descontrol, temor, felicidad… La fuerza de la naturaleza, del universo, de la vida, atravesando cada célula de dos cuerpos fundidos en una experiencia única, irrepetible y trascendental. En fin, por más que intento, son sensaciones tan inquietantemente particulares que no creo poder “traducir” en palabras.
Para ese entonces eran aproximadamente las 7.15 de la mañana y Cristina, Aimará y Juan se dispusieron, en medio de la penumbra, a observar pacientemente el proceso del nacimiento. Al contrario de la suavidad de las contracciones, (que con Simona recuerdo mucho más intensas), los pujos que atravesaban mi cuerpo se iban intensificando uno a uno y yo podía sentir cómo mi interior se estremecía con una potencia que iba en aumento. Cirilo hacía su parte sabiamente. Mi cuerpo no me respondía, yo no podía hacer nada más que dejarme llevar por la potencia arrolladora de los pujos con absoluta libertad. (Después del nacimiento, conversando acerca de los pormenores, Juan me dijo que estaba seguro de que los sonidos guturales que acompañaban cada pujo, iban a despertar a Simo). Yo estaba en otro planeta y los sonidos instintivos que emergían de mi interior, formaban parte de mi fuerza, de nuestra fuerza de parirnos madre e hijo. El maravilloso y complejo juego hormonal del proceso del parto estaba actuando en perfecta armonía, como ocurre cada vez que no se interfiere de ninguna manera en él.
En todo momento Cristina y Juan controlaban que la temperatura fuera la indicada y cada tanto emitían alguna palabra en susurros, que me tranquilizaba y me alentaba a seguir. Por su parte, Aimará estaba ubicada detrás de mí y, casi como si estuviera leyendo mi mente, acudía inmediatamente a mis necesidades. Me abanicaba, me sostenía, me acariciaba, me alcanzaba agua. En pocas palabras: estaba ahí para mí.
En un momento pregunté si faltaba mucho ya que, como en el parto de Simona, estuve todo el tiempo con los ojos cerrados para conectarme mejor con las sensaciones. Juan y Cristina me decían que ya estaba y le hablaban a Cirilo, despacito, con voces emocionadas, dándole una suave bienvenida con caricias tiernas. En el último pujo abrí los ojos, contemplé a mi bebé flotando y lo tomé entre mis brazos, lo llevé a mi pecho y así estuvimos un ratito saludándonos; Juan, Cirilo y yo entre lágrimas de profunda felicidad.  Después de ese momento único, salimos de la pileta, nos acomodamos en la camita chica e inmediatamente iniciamos la lactancia. Juan fue a despertar a Simona que, increíblemente, seguía durmiendo. Con carita de sueño y upa de su papá, examinó la escena con ojos serios.
El nacimiento ocurrió a las 8.25 hs., después de aproximadamente cinco horas de un trabajo de parto activo, en un clima de paz, sin ningún tipo de intervención (rasurado, enema, rotura artificial de membranas, oxitocina, episiotomía, suero, monitoreo) ni obstáculos (posición acostada, apuros, indicaciones, gritos, luces, extraños, etc.).
Cristina controló los latidos del cordón umbilical para estar segura de que esa gran inyección de sangre diera hasta la última gota de hierro nutricio al cuerpito de Cirilo. Fue así que, recién después de veinte minutos de estar latiendo, Juan y Simona cortaron el cordón con mucho amor. Simona acariciaba a su hermano con un gesto entre sorprendido y natural. Yo seguí con mi bebé bien pegadito a mi cuerpo desnudo mientras él daba sus primeras “teteadas” y así estuvimos hasta el alumbramiento de la placenta que se produjo un rato después, en el banquito obstétrico. Allí mismo Cristina confirmó que no había desgarros y que, una vez más, mi periné estaba intacto.
Después de eso, Aimará y Cristina pesaron a Cirilo en una balanza portátil de tela que acusó unos saludables 3.600 kg. Con movimientos siempre tiernos y suaves, sin despegar al bebé de la teta, completamos los papeles del nacimiento con las huellitas de sus pequeños piecitos y mis dedos. En ningún momento Cirilo fue separado de mí ni fue objeto de las prácticas rutinarias dolorosas e innecesarias a las que se somete a los recién nacidos en las instituciones médicas y que no respetan ni la importancia de ese momento crucial inmediatamente posterior al nacimiento ni la vulnerabilidad propia de un bebé.
 A continuación, nos reunimos todos en la cocina para desayunar unos mates con facturas, celebrar y disfrutar de la dicha que estábamos experimentando. La sensación de euforia y satisfacción que viví fue la misma que en el nacimiento de Simona, es una sensación de asombro ante la omnipotencia de la naturaleza haciendo su labor.
Cada hecho en el nacimiento de Cirilo se dio de la mejor manera, aún mejor de lo que Juan y yo pudimos haber imaginado. El universo se acomodó de forma casi mágica para hacer que todo se diera de un modo armónico y feliz. Por eso quiero agradecer eternamente a cada ser, tangible o no, que tuvo algún tipo de participación en un hecho tan maravilloso y trascendental para nosotros.
Gracias universo por regalarnos esta experiencia única.
Gracias a Cirilo por habernos elegido como familia, gracias por haber acudido a nuestro llamado y por honrarnos con su existencia. Gracias hijo por haberme posibilitado experimentar un embarazo pleno y feliz y por haber propiciado y protagonizado un parto tan maravilloso.
Gracias a Juan, mi compañero de vida, por haber sido, una vez más, entre tantas y tantas, el apoyo incondicional, el soporte necesario, el amor profundo, el respeto, la empatía, la pasión, la presencia, el aplomo, la paciencia, la ternura; la comprometida paternidad.
Gracias a Simona por la paciencia, la ternura, las enseñanzas, el amor. Gracias por haber participado en el nacimiento de tu hermano en un modo tan oportuno.
Gracias a Cristina por existir, gracias por ser la opción a tanta barbarie. Gracias, una vez más, por habernos posibilitado hacernos cargo del nacimiento de nuestros hijos. Gracias por tantas y tantas enseñanzas que nos hicieron abrir los ojos y entender lo fundamental, lo trascendental de ciertos hechos en la vida de todo ser. Jamás dejaré de agradecerte el que hayas sido nuestra guía en estas experiencias maravillosas!!! Gracias!!!
Gracias Aimará por tu acompañamiento, tan sutil como fundamental. Gracias por cada gesto, por el respeto y el afecto hacia toda la familia.
Gracias a Marcela por tanta sabiduría. Gracias por haber sido un consuelo, una maestra, una guía en un camino tan complejo como es el de la vida y la maternidad. Gracias por haberme ayudado a encontrar a Cirilo, a cuidarlo y a darle una respetuosa y amorosa bienvenida.
Gracias a mi familia y a la familia de Juan por el respeto, la buena energía y el apoyo.
Gracias a “mamás en red por un parto respetado Casilda” (www.mamasenred.blogspot.com.ar  www.facebook.com/#!/mamasenred.casilda) por el acompañamiento que posibilita la vivencia compartida y la convicción de lo acertado de la frase de Michel Odent que afirma que “para cambiar el mundo, primero debemos cambiar la forma de nacer”.
Gracias a todos los afectos que nos acompañaron en todo momento con gestos y palabras de apoyo.
Gracias al doctor Roberto por su buena predisposición en el seguimiento del embarazo.
Gracias a la Obra Social que entiende que esta es una opción concreta y reconoce el 100 % de los honorarios de las profesionales.
Gracias al foro “Maternidad instintiva” por los consejos y las experiencias.
Gracias a los cientos de testimonios orales y escritos de mamás que comparten sus experiencias de partos felices y no tanto, tristes, traumáticos, etc. por ayudarme a definir qué quería y que no quería para mis propios partos.  
Gracias a todos los seres de otros planos por atender nuestras necesidades y acompañarnos en momentos cruciales.
Gracias a tanta “in - formación” por abrirme literalmente los ojos y la cabeza en relación a esta cuestión tan compleja, maravillosa, apasionante que es el parto respetado o fisiológico o humanizado o más bien mamífero (como prefiere el Dr. Odent) y todas sus “relaciones”… empoderamiento femenino, violencia de género, violencia obstétrica, derechos de la mujer y de su hijo por nacer, el negocio del nacimiento, mitos y verdades acerca de la cesárea, el poder sobre el propio cuerpo, el trato a los recién nacidos, enfermedades y adicciones en relación con los modos de nacer, las leyes que nos amparan, el parto vaginal después de cesáreas, las cesáreas innecesarias, las secuelas de la episiotomía, las tristes consecuencias de la medicalización del parto, la necesidad de informarse para poder decidir; lo insoslayable de hacernos responsables y protagonistas de nuestros propios partos, etc. etc. etc. En este sentido, me permito citar las fuentes que permitieron que yo pudiera accionar en base al conocimiento.  Quisiera destacar algunos documentales y libros que me brindaron datos, imágenes, información, formación, fundamentales a la hora de poder tomar decisiones. Llegaron a mí gracias a la formación que brinda Cristina y a la generosidad de Marie y Ro…
Documentales: “Parto orgásmico”, “El negocio del nacimiento”, “Documental parto natural”, “De parto”, “Le premier cri”.
Libros: “La revolución del nacimiento” de Isabel Fernández del Castillo, “Pariremos con placer” de Casilda Rodrigáñez, “Nacimiento en casa” de Sheila Kitzinger, “La vida secreta del niño antes de nacer” del Dr. Kelly, “La cesárea ¿Problema o solución? de Michel Odent, “Nacimiento renacido” de Michel Odent, “La cientificación del amor” de Michel Odent, “El bebé es un mamífero” de Michel Odent, “La maternidad y el encuentro con la propia sombra” de Laura Gutman, “La revolución de las madres” de Laura Gutman.
Más allá de que el parto en casa es la garantía de la mayor libertad y respeto tanto para el proceso como para la mamá y el bebé, hay algunas cuestiones por las que se puede “pelear” en el contexto de un parto hospitalario pero para poder exigir que se respeten nuestros derechos (por ejemplo en Argentina la Ley 25.929) y decisiones, es necesario hacernos cargo y ser protagonistas de la experiencia, informándonos y formándonos para poder conocer a fondo una infinidad de cuestiones fundamentales a la hora de atravesar un hecho tan complejo como es el parto y todo lo que lo rodea.
Para cerrar este escrito voy a citar un maravilloso texto de Myriam Moya Tena que extraje de su blog en minúsculas http://www.enminusculas.com/2012/05/mi-cuerpo-es-mio-mi-parto-tambien.html y que expresa y sintetiza tantas cosas…

Mi cuerpo es mío, mi parto también... sabemos parir!!


Desde tiempos pasados, ancestrales, hemos parido solas y danzando, sin más ayuda que el grito de la selva y una mujer atenta en una esquina.

Heredamos caderas y saberes, heredamos los pechos goteantes, heredamos las pelvis extensibles, nuestros ciclos menstruales poderosos…

Heredamos las llaves de la puerta, heredamos la tierra que se abre, el paso firme que sube la montaña, el arco de fuego que corona la cumbre…

Heredamos el gozo de parir, el sonido del vientre de la madre, el fuego interno antiguo incombustible, el canto gutural de toda descendencia…

Es el sagrado inicio del ciclo de la vida: concebir, parir, amamantar, crear, criar... está en nuestra memoria, en cada célula… Todo es nuestro, solo hay que recordarlo.

Sabemos parir, hermanas, sabemos parir perfectamente, estamos diseñadas para ello, somos la hembra de una especie mamífera, que no se nos olvide…

Sabemos parir, hermanas, sabemos parir, todas y cada una de nosotras, sin ayuda del macho de la especie... erguidas, en cuclillas…


Yo sé parir,

tú sabes parir,

ella sabe parir,

nosotras SABEMOS PARIR…

pd: Digámoslo a las niñas, que crezcan resonando en su cabeza, palabras que empoderan: “tu cuerpo es tuyo, tu parto también… hija mía, tu sabes parir!!!!"

Myriam Moya Tena

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